Doce discursos
del
Rev. Sun Myung Moon
LA AFLICCION DE DIOS
Cuando se os pregunta qué es lo más valioso de este mundo, diréis que es vuestra
vida. Para vosotros, vuestra vida es lo más grande y lo más importante. Sin embargo, si lo
pensáis de nuevo, ¿no hay nada más grande que la vida misma? Vuestra respuesta sería el
amor; no podría ser ninguna otra. Ni saber, ni autoridad, ni poder, nada es más deseable que
el amor.
Queremos vivir eternamente, nada menos que eso. Pero si se os preguntase con qué os
gustaría vivir a lo largo de esta eternidad, vuestra respuesta solo podría ser el amor. La vida
ya está en vuestra posesión. Si continuáis viviendo a lo largo de la eternidad, entonces ya
habréis conseguido vuestro propósito o deseo. Pero necesitáis algo más. No queréis vivir
sin amor.
Debe haber algo correspondiente en Dios, ya que El es el Creador de la vida. ¿Puede
Dios disfrutar de su vida sin amor? No. Por muy omnisciente u omnipotente que sea, no
puede disfrutar felicidad por sí mismo. No puede ser feliz, no puede tener un ideal o sentir
alegría.
Suponed que veis a un hombre bailando y chillando de alegría. Todo lo hace para sí
mismo. No hay nadie más a quien está hablando o que le responda. No tiene ningún objeto
con él. Diríamos que este hombre está loco. Decís que sois felices porque tenéis a vuestros
padres, vuestro marido o mujer, vuestra novia. Decís a alguien: "Soy feliz porque te tengo
conmigo". Cualquier ideal, alegría, felicidad o cualquier cosa de valor no se puede lograr sin
un objeto. Estrictamente hablando, no sois felices porque exista una flor, sino porque
veis la flor. La flor significa algo para vosotros. No os sentís felices porque haya música, sino
que sois felices porque escucháis los sonidos. No os sentís felices porque existan los olores,
sino porque podéis oler fragancias. No os sentís felices simplemente porque hay alguien a
vuestro lado, sino porque podéis verle, tocarle, hablarle. Podéis finalmente decir que en el
mundo, si no tenéis un objeto que os responda, no hay alegría, ni ideal, ni felicidad. Si esto es
verdad entre seres humanos, lo mismo se aplica a Dios.
Dios se acongojó debido a la caída humana. ¿Qué factor pudo provocar esto en El?
¿Qué pudo responder a la caída? Si no tenéis a una persona unida a vosotros, no tenéis nada
que perder. Sin haber jamás conocido a esta persona ni siquiera podéis decir que estáis
tristes. Es sólo después de haber perdido vuestro objeto que antes habíais tenido cuando
sentís infelicidad y tristeza.
Entonces ¿en qué posición estaban originalmente los seres humanos en relación con
Dios, para que El se pusiese tan triste ante su pérdida debido a la caída? Podemos imaginar
que los seres humanos estaban en la posición correspondiente de objeto para Dios como el
Sujeto. Si echamos un vistazo a través de toda la creación, no podemos encontrar nada más
grande que el hombre; somos la obra maestra de la creación de Dios. Examinándonos a
nosotros mismos, encontramos. que nuestros cuerpos están llenos de misterios. Incluso la
apariencia del ser humano tiene algo grande y misterioso. Dios, siendo el Señor y Absoluto
Uno, había escogido a aquél de mayor capacidad en su creación para que fuese uno con El.
Este debe ser el hombre. Si Dios existe, el Sujeto de la vida, entonces el objeto de su vida
debe ser el hombre. Ya que Dios es eterno, no querría que el hombre fuese un ser efímero. El
Dios eterno debe haber querido que el hombre sea también eterno.
Decimos que Dios creó al hombre como su objeto de la vida. Pero el hombre era más
que esto para Dios, no simplemente un objeto para mirar, para andar con él. Fuimos creados
para ser objetos de su amor. Nada menos, nada más, nada sino amor.
Después de la creación, Dios debió haber mirado a todo su alrededor y vio que todas
las criaturas eran hermosa. y buenas. Cuando vio las bellas flores lozaneando en el campo,
esto debió haberle alegrado; pájaros gorjeando, mariposas volando, todo esto lo hacía feliz.
Podía decir que El era feliz, todo era bueno. Esto era a causa de que amaba estas cosas.
Cualquier cosa que miráis, las flores u otra cosa, cuando decís: "Qué bonito". "Es precioso",
entonces ya estáis amando esa cosa. Tenéis animales domésticos y los amáis. En América yo
he visto a menudo a la gente paseando con animales e incluso . besándolos. Si podéis amar a
las flores, pájaros y animales ¡cuánto más deberíais amar a los seres humanos! Si sonreís al
perrito ¿os puede él devolver otra sonrisa? Si habláis a un pájaro y le decís que cante con
vosotros ¿lo haría? ¿podría entenderos? Por muy hermosa que sean las flores si queréis que
bailen con vosotros, ¿lo harían? Pero con otra persona, si queréis que haga algo con vosotros,
puede responderos. Si decís: "Vamos a bailar, vamos a cantar", esta persona empezará a
bailar y a cantar con vosotros.
Podemos ver que el hombre es el ser de mayor virtud y valor para Dios. Dios tiene
que amar al hombre. Podéis estar tan seguros como para decir que sin vosotros mismos, Dios
no puede ser feliz.
El hombre tenía al principio semejante relación con Dios. ¿Qué entristeció a Dios?
¿Qué arrebató al hombre del seno de Dios? Si hubiera habido algún enemigo de Dios, habría
querido arrebatarle su posesión más valiosa. Satán echó el ojo a lo que Dios más atesoraba.
Quería arrebatar el objeto de Dios para que fuese el suyo propio. Dios tiene dentro de sí
mismo vida y amor. La vida está también dentro de vosotros; Satán no podía llevársela. Pero
el amor no es algo fijo, es mutable y podía ser quitado. La vida no podría ser quitada de
vosotros porque vosotros sois la vida misma, y vosotros lucharíais contra le pérdida de la
vida. El podía solamente llevarse algo en la posición de objeto hacia vosotros. El amor es lo
más valioso que tenía la posibilidad de ser robado.
Suponed que sois un marido; existe la posibilidad de que algún otro os quite vuestra
esposa. Hay dos formas por las que ella podría seros quitada, o por la fuerza o con más amor
del que vosotros podéis darle. La caída del hombre, por consiguiente, pudo haber surgido
solamente, centrada en el amor. Según el Génesis, Eva fue tentada o tomada por Satán. Esto
pudo haber sucedido o por la fuerza o por más amor del que su esposo había sido capaz de
darle. En aquel tiempo, por lo tanto, Adán y Eva no debían estar en perfecto amor el uno
con el otro. Si esto hubiese sido así, entonces por nada podría haberle quitado a Eva. El
primer amor es el más fuerte. Hasta la muerte no olvidáis vuestro primer amor. Siendo su
primer amor el más fuerte, nada podría haber separado a Adán y a Eva, si este amor hubiera
alcanzado la madurez. En otras palabras, la vida, por lo tanto, estaba presente en su forma
perfecta en la creación, pero el amor aún no había alcanzado la madurez.
Cuando luchamos por unirnos con Dios, tenemos que ir a través de tres grados de
amor. Hay tres tipos de amor: el amor de los padres, el amor de marido y mujer y el amor de
los hijos. De estos tres ¿qué tipo de amor vendría primero? El amor de los padres vendría
antes que los otros dos. Entonces, podemos muy bien decir, que el amor partió de amor
paternal. Sabemos que todo amor se originó en Dios. El amor comenzó en Dios como Padres,
quien creó al hombre de este amor. Después de la creación, el hombre y la mujer se unirían
en la posición de padres hacia sus hijos. Por consiguiente, habría surgido amor paternal,
amor marital y amor de hijos en las familias humanas. El amor comienza en Dios y luego
hombre y mujer unidos, semejando a Dios, experimentan amor en su matrimonio. Hacia sus
hijos sienten amor paternal, mientras que los hijos sienten amor filial hacia sus padres,
quienes devuelven su amor a Dios.
Sin embargo, debido a la caída humana, el amor comenzó aparte de Dios, en un
mundo malo dominado por Satán. Y el amor que disfrutamos tiene la cualidad de no estar
centrado en el amor de Dios. Para restaurar estos amores y devolverlos al corazón de Dios,
debemos experimentarlos en el orden inverso. Primeramente, debamos traer el amor de hijos
bajo el dominio de Dios, después el amor matrimonial y finalmente el amor de padres.
Cuando los hijos de Dios se casan con la bendición de Dios, en su unidad, amando a Dios
como sujeto hacia ellos, entonces pueden restaurar los tres amores de una vez.
A causa de la caída perdimos tres amores, amor paternal, amor matrimonial y amor
filial. Al llevarlos a estar centrados en Dios, debemos elevar todo nuestro amor a una más
alta dimensión de la que hemos conocido hasta ahora en la tierra. Podemos elevar el amor
sobre el nivel del dominio de Satán y volver al modelo y valor originales del amor, al modelo
que se iguala al amor de Dios. Encontraremos el modelo de amor en el hombre como hijo de
Dios en el perfecto amor de Dios, como pareja casada en el perfecto amor de Dios y como
padres en el perfecto amor de Dios. Fuera del mundo controlado por Satán, Dios debe
encontrar por lo menos una persona como hijo suyo y elevarlo a través de estas posiciones,
llevándolo finalmente al modelo de amor paternal. Esta persona, puede ser el centro del amor
de Dios. El primer hombre que logra esta trayectoria de amor puede ser llamado el Mesías. En
él encontraréis las verdaderas calidades de amor, como Hijo de Dios, como verdadero
marido y como Verdadero Padre. (Isaías 9:6).
Todos estos tres amores deben ser revelados en una persona, porque todos fueron
perdidos a la vez a través de la caída de Adán. Dios va a restaurar estos tres tipos de amor en
el hombre que ha hallado como hijo Suyo, Al restaurar en esta persona los tres amores
humanos, Dios puede comenzar a restaurar a toda la otra gente del mundo como hijos suyos.
La gente está enajenada del amor de Dios, pero siempre y cuando tengan un profundo
deseo de amar a Dios o de ser amados por El, el amor de Dios tiene poder magnético. Esta
persona será inevitablemente atraída a Dios y se unirá a la corriente principal del caudal de
Su amor. El amor es el único elemento que puede llevarnos hacia Dios y sólo el camino del
amor puede conducirnos a alcanzar a Dios.
Vuestros padres, vuestra esposa y vosotros mismos con vuestros hijos, formáis tres
niveles en una familia. Dios es el origen, vosotros y vuestra esposa representáis el mundo
presente, y vuestro hijos representan el futuro. Por tanto, debéis ser capaces de llegar a ser
uno, por lo menos con vuestros propios padres e hijos. Solo el amor puede unir estas tres
generaciones de gente. Solamente cuando podéis disfrutar estos tres niveles de amor, podéis
decir que sois realmente felices. Nunca habrá gente infeliz en esta clase de familia. Si
vosotros y vuestro marido o esposa, sois uno centrados así en el amor de Dios, nunca podréis
ser separados el uno del otro. No existirá el divorcio, ni las riñas.
Estáis en la posición de heredar la tradición formada por vuestros padres. Aquel que
trate mal a sus padres o a la generación anterior, sufrirá. Debéis amar a los niños como
Dios los amaría. En el hogar, la joven pareja debe amar a sus padres y dar ejemplo de esto a
sus hijos. Si falláis al educar propiamente a vuestros hijos, vuestro hogar se deshará.
Nuestro corazón de amor, centrado en el amor de Dios, debe ser agrandado y elaborado
para abarcar al mundo entero. Este es nuestro camino de progreso y es así como marchamos
sobre nuestro camino de fe. Vosotros como figura central, debéis amar a vuestra esposa, como
Dios quería, como Dios amaría a él o a ella; y al amar a vuestros hijos debéis amarlos como Dios
los amaría. Si hacéis esto, vuestros hijos harán lo mismo con vosotros y con sus abuelos, y
vuestros padres os amarán a vosotros y a vuestros nietos del mismo modo. Esta es la medida del
amor, esta es la verdadera tradición de amor.
Sólo por el hecho de amarse mutuamente una pareja no tiene derecho a entrar en el
Reino de Dios. Cuando amen a sus padres tan tiernamente como amarían a Dios, entonces
tendrán derecho al Reino. Y cuando la pareja críe hijos, no deben pensar que los hijos sólo le
pertenecen a ella, sino que son hijos de Dios. Los padres son responsables de criarlos y
educarlos como hijos de Dios. Si amáis a vuestros hijos de este modo, toda vuestra familia
puede entrar en el Reino de Dios.
Si hay una familia que reciba al amor de Dios perfectamente, con el amor de Dios
habitando en la familia, ésta puede ser el centro del mundo entero. En la providencia de
Dios, no solamente Noé, sino que contaba toda la familia de Noé. Dios estaba interesado en
la familia de Abraham, en la de Moisés, en la de Jesús, no simplemente en los individuos.
Hasta el tiempo presente, la gente se ha inclinado a pensar que la vida religiosa
pertenece a un piano etéreo muy por encima de la vida humana, y se ha imaginado que Dios
simplemente los llevaría al cielo con Su poder. Pero el camino al cielo es ampliar el radio de
nuestro amor, amando a la gente en nuestros hogares, amando a nuestros vecinos, amando a
nuestros amigos, parientes, clanes, naciones y a toda la población del mundo. A Dios le
agradaría vivir en el hogar donde se vive este tipo de amor. Pero El querría siempre expandir
este hogar a más amplios niveles, hasta que la humanidad entera llegase a ser una gran
familia, bajo Dios como nuestro Padre. Dondequiera que veáis hombres de vuestra propia
edad, debéis tenerlos como hermanos vuestros. Cuando encontréis a mujeres mayores que
vosotros, las debéis tener como tías vuestras o como vuestra madre. Y hacia las mujeres de
edad, debéis sentiros como si fuesen vuestras abuelas. La consecuencia de esta clase de
corazón será una sola familia sobre todo el mundo.
Hemos hablado de como restaurar grandes cosas, la familia, nación y mundo, pero el
centro de todo es restauraros a vosotros mismos en el completo amor de Dios. Debéis
establecer y construir los tres niveles de amor en vosotros mismos, viviendo profundamente
vuestra vida. Si no dais nacimiento a vuestros propios hijos, no realizáis completamente el
amor de Dios en vosotros. Cualquier cosa del mundo solamente puede ser comprendida por
vuestra propia experiencia. Al restauraros podéis realizar el verdadero amor de Dios en
vosotros. Entonces, a través del amor en vuestro matrimonio, el amor es ampliado o elevado
al siguiente nivel. Cuando sois padres de vuestros hijos, vuestro amor es aún más elevado y
alcanza una mayor dimensión.
Debéis estar ansiosos de tener estas experiencias y restaurarlas en vosotros mismos.
Debéis ser capaces de sentir realmente a Dios como vuestro padre amante, habitando en
vosotros, iluminándoos. Para sentir esto, vuestra mente y vuestro cuerpo deben ser unidos en
armoniosa unidad. Solamente entonces podéis ser amados por Dios. Si experimentáis el amor
de Dios hasta este grado, estaréis llenos de gratitud e incluso os sentiréis embriagados en el
amor de Dios. Ni siquiera Adán y Eva experimentaron tal amor, si así fuese, nunca podrían
haber caído de Dios.
Como individuos, nuestro deseo es experimentar primero el amor de Dios personalmente.
Cualquier hombre que llegase a ser completamente uno con Dios en el amor pensaría: "Soy el
más feliz del mundo. Soy verdaderamente amado por Dios. Cualquier mujer que recibiese esta
plenitud de amor sentiría que es la mujer más feliz del mundo. Cuando este hombre y esta mujer
alcanzasen la madurez, Dios se sentiría feliz de bendecirlos en matrimonio, donde podrían
experimentar el amor de Dios a un más alto nivel. Debido a su unión, sentirían que todo el
mundo está unido en uno a su alrededor. Con toda la creación a su alrededor, protegiéndolos y
dándoles alegría, sentirían que el amor les circundaría, amor proveniente de Dios sobre ellos y
amor de sus hijos bajo ellos.
En el mundo occidental, la gente a menudo se casa sin el consentimiento de sus
padres. Pero esto no está de acuerdo con el modelo de Dios. Más que ninguna otra cosa,
debéis pensar que el matrimonio es para vuestros descendientes. Pensadlo de nuevo. Habéis
nacido del linaje de vuestros antepasados. No pertenecéis a vosotros mismos. No os habéis
generado a vosotros mismos. El amor mismo es la fuente del linaje. Siendo el amor más que
vuestra vida, vuestro linaje debe ser para vosotros más que vuestra vida. El matrimonio
transmite la tradición; de vuestro amor a vuestros descendientes. Cuando abandonáis la
tierra, dejaréis tras vosotros a vuestros hijos y nietos y todos sus hijos, a la vista de otra gente,
aunque vuestro amor no sea visible. El amor no puede ser visto; habita invisiblemente dentro
de vosotros y trabaja a través de vosotros. Pero cuando encontráis un marido o mujer con el amor
de Dios, junto con esta persona podéis criar hijos, concretando vuestro amor en ellos.
Al amar a vuestro cónyuge, sobresalís de vuestros dos linajes. Cuando améis a
vuestro marido o mujer, recordad que esta persona es el fruto de pasadas generaciones y el
punto de comienzo de generaciones futuras. Debéis poner tal sumo valor en vuestro marido o
mujer.
El amor es algo que heredáis de vuestros antepasados. En occidente, sois bendecidos
en matrimonio por un ministro o a veces por una persona de alto rango, tal como un juez.
Pero idealmente vuestros padres os bendicen en matrimonio, así como Dios hubiera bendecido
a sus hijos, Adán y Eva, cuando alcanzasen la madurez. En este caso, los padres bendecirían a
sus hijos diciendo: "Sois mi vida, sois mi amor, sois mi todo. ¡Estoy tan feliz que hayáis
alcanzado la madurez! Yo os bendigo ahora para que seáis marido y mujer. Quiero que os améis
el uno al otro, como nosotros, vuestros padres, hemos hecho. Llegad a ser uno mutuamente,
semejándonos, y dad nacimiento a hijos sanos, multiplicando vuestras generaciones futuras por
siempre". En esta situación, anhelaríais ser como vuestro padre y anhelaríais ser como vuestra
madre, y anhelaríais tener el amor que ellos tuviesen. Tal acontecimiento solamente puede ser
imaginado, en un mundo centrado en el amor de Dios.
Como hijos de vuestros padres, nunca querríais ver a vuestros padres separados.
Querríais tener armonía en la familia. ¿Os gustaría pelearos con vuestros padres? ¡Nunca!
Entonces ¿dónde comienza la tradición de armonía? De vuestros padres, de vuestros abuelos,
de sus padres y sus padres. Y ellos heredaron últimamente esta tradición de Dios. El amor de
los hijos, el amor matrimonial y el amor de los padres, deben ser juntados en uno, en
vosotros. Debéis tener siempre tres niveles de amor en vosotros.
De los tres tipos de amor ¿cuál es el central? ¿Cuál es el más próximo a Dios? El
amor paterno. Si tenéis a vuestros abuelos, debéis ser realmente capaces de amar a aquella
gente de edad como amaríais a Dios. Debéis unir los tres amores dentro de vuestro propio
corazón, amor por los ancianos, amor por los de mediana edad y amor por los jóvenes.
Debéis ser capaces de experimentar estos tres tipos de amor. Si vuestros abuelos están
muriendo, ambos, vuestros padres y vosotros mismos, debéis estar en el mismo grado de
penalidad y de tristeza, si vuestros padres falleciesen primero, ambos, vuestros abuelos y
vosotros mismos debéis sentir la misma pena por ello. En una situación en la que hay alegría,
lo mismo, si uno de los tres está alegre, los otros dos estarán igualmente contentos. En
vuestra familia, seréis todos uno en corazón.
¿Dónde comenzó la aflicción de Dios? En el camino del verdadero amor, en el
camino del corazón, se encuentra o la felicidad o el dolor. Todo parte del amor. Cuando se
crea amor, hay felicidad. Pero cuando el corazón amante se pierde o es herido, hay dolor. La
pérdida del amor afligió a Dios, nada más pudo haberle entristecido. El no quería riqueza,
posición, saber o cualquier otra cosa semejante. Quería amor y quería también ejercer amor.
Si Dios puede encontrar amor en vosotros, encontrar en vosotros Su amor, Dios será feliz.
Pero si El no puede encontrar el amor de Dios en vosotros, se entristecerá. Se entristecerá si
no puede encontrar Su amor en parejas y si no puede encontrar el amor de Dios en los padres.
¿Cuánto deseáis tener el amor de Dios? Debéis ser un objeto dinámico, respondiente hacia
El, para que Su amor pueda estallar dentro de vosotros.
¿Habéis jamás experimentado tal amor? ¿Habéis sido jamás tan felices en el amor de
Dios, que casi tuvieseis que llorar de amor? Pero esto no es suficiente, debéis experimentar
este grado de amor en los tres tipos de amor. El amor de Dios debe ser tan potente como para
conectar a Dios, la humanidad y la creación, y llevarlos a una armonía y unidad absolutas. El
amor debe fluir del uno al otro.
Dios está acongojado por el hecho de que el hombre perdió Su amor. Para llegar a
vosotros, Dios ha ido a lo largo de todo el curso de la historia de la restauración, luchando a
través de largos años para reconquistar el verdadero amor. Entonces, por vuestra parte, no
debéis estar ociosos. Debéis trabajar por Dios y por el mundo, precipitándoos para tenerlo a
vuestro lado. Si lucháis contra Satán y vencéis sobre su poder espiritual y físicamente,
estaréis en la posición en la que ningún poder del mal pueda nunca invadiros. Llegaréis a ser
perfectamente uno con Dios. Allí os reuniréis con El, y os daréis cuenta de que El ha estado
en este punto desde el principio, esperando por vosotros y mirando por vosotros.
¿Dónde está el punto donde podéis reuniros con Dios, en vuestra habitación o en
primera línea del mundo? En primera línea. Entonces, ¿vais a entrar en combate en el mundo
de mala gana y llorosos, o de buena gana? Nuestro deseo es la unidad de nuestras mentes con
Dios, nuestros cuerpos con nuestras mentes y todo nuestro ser con los demás. Solamente
realizando esta unidad podemos restaurarnos a nosotros mismos en los niveles individual,
familiar, nacional y mundial. Debemos llegar a suspirar mucho, muchísimo por Dios.
Cuando echemos muchísimo de menos a cualquier otro individuo, cualquier familia,
cualquier nación, o a todo el mundo ideal, entonces hasta ese punto y hasta ese grado, Dios
estará esperando por nosotros. Y nosotros le encontraremos, cuando hayamos encontrado
aquello por lo que suspiramos. Entonces ¿no seguiréis este camino?
Más que por ninguna otra cosa, Dios ha estado triste porque no ha habido nadie que
conociese su corazón de este modo. No ha habido nadie que conociese el mundo que Dios
quería restaurar, ni quien estuviese dispuesto a luchar y soportar todas las adversidades y
dificultades para encontrarle en este mundo. Ya que sabéis estas cosas, tenéis la responsabilidad
de conquistar al mundo entero y llevar todas las cosas de vuelta al seno de Dios. Sólo de este
modo podemos realizar Su más anhelada esperanza de unidad entre Dios, el hombre y cada
elemento de verdad.
Dios pone sus esperanzas en nosotros y nosotros también tenemos nuestras propias
esperanzas parpadeando como llamas dentro de nosotros pero tenemos que multiplicar este
fuego y multiplicar nuestro amor para destruir todo el mundo de mal. Podemos tener ahora
sólo una oscilante llama de vela, pero queremos derramar luz sobre todo el mundo. La luz
será multiplicada y todo el mundo será iluminado por ella en el amor de Dios. Somos los
soldados para esta causa y estamos anhelantes de liberar a Dios de su aflicción.
No debemos pedirle a Dios que nos ayude, sino que tenemos que estar dispuestos a
suprimir la agonía de Dios. Como cristianos, podemos restaurar el corazón de Dios a través
de nuestras oraciones. El está orando por nosotros. El está orando para que sus hijos e hijas
acaben con Su sufrimiento y con el sufrimiento del mundo. ¿Podéis jamás orar a tal Dios
que os dé una bendición, que os ayude? Ya que hemos partido de tan lejos de Dios, podemos
aliviar el corazón de Dios poco a poco, a medida que pasamos por el curso de la restauración,
paso a paso. Cuando pasemos por caminos difíciles, debemos siempre orar a Dios: "Al probar
esta dificultad, conozco mucho más tu corazón. A medida que paso por todas estas cosas,
comprendo mejor lo que Tu has experimentado". De este modo, podéis tener siempre el coraje
y celo para continuar.
Ya que sabéis todas estas cosas, debéis hacer todo por Dios. Cuando leáis, sentid que
estáis leyendo para disolver la pena de Dios. Cuando cantéis, cuando recitéis poesías, cuando
escribáis literatura, cuando hagáis cualquier cosa, debéis daros cuenta de que hacéis esto para
hacer feliz a Dios. Debemos ser diferentes de Adán y Eva; debemos ser diferentes de toda la
gente del pasado. Debemos llegar a ser una gente tal que Dios pueda decirnos: "¡Me siento
aliviado por vosotros! Por vosotros he encontrado de nuevo mi alegría, mi sonrisa, mi hijo,
mi todo". Si sois tal persona para Dios, El querrá hablar con vosotros, confiaros cosas. Y
Dios querría otorgaros todo lo que tiene.
Si podéis aliviar la agonía de Dios, si por fin podéis hacer feliz estáis devolviendo a
Dios todo a través de esta gente, entonces Dios os recompensará sin duda con algo. Este
algo es su amor que es más grande que ninguna otra cosa en el mundo. Recibiréis cosas de
más valor que lo que habéis dado. A través del amor de Dios estaréis en la posición de hijos
o hijas de Dios.
Ahora que habéis aprendido el camino para ir en esta vida, cuanto más trabajéis por
el amor de Dios, tanto más amor en abundancia podréis recibir de El. Cuando vivimos en el
amor de Dios, no tenemos que temer. Si sabéis que habéis estado haciendo todas las cosas
por Dios, no tendréis miedo de ser alcanzado por cualquier tipo de desastre, porque sabéis
que Dios os guardará y os protegerá. Si os sacrificáis al llevar a cabo vuestra misión a causa
de vuestro amor por Dios, seréis mártires recordados en la historia de la providencia de Dios.
En el Imperio Romano, cuando los cristianos fueron perseguidos y martirizados, sufrieron
por el reino espiritual que esperaban gozar cuando muriesen. Con el pensamiento de que
querían ir al Reino de los Cielos de Dios, soportaron el martirio.
Pero en este mundo estamos yendo a través de todas las dificultades y penalidades y
persecuciones para fundar el Reino de Dios en este planeta mientras aún vivimos. Aunque
seamos martirizados, estaremos luchando por el amor de Dios. Vamos a ser hijos de Dios.
Sabiendo esto, debéis llevar a cabo vuestra misión con gratitud y debéis devolver alegría a
Dios.
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