Directa o indirectamente, buscamos alegría y felicidad a través de la experiencia del amor. Para ser felices necesitamos de una relación con algo o alguien. Sólo cuando tenemos relaciones armoniosas de amor verdadero con los demás sentimos felicidad duradera. La conclusión es que el amor es lo más precioso en la vida. Ninguna suma de dinero, poder o conocimientos puede igualarse al infinito poder del amor verdadero. No importa cuanto tiempo vivimos, nuestra existencia biológica no tiene valor a menos que experimentemos el amor. ¿Vivimos los hombres y las mujeres con el propósito de comer tres veces por día y dormir ocho horas cada noche? Definitivamente no, vivimos para el éxtasis y el cumplimiento del amor.
¿Donde encontramos la institución que nos enseñe sobre el amor? La respuesta obvia debe de ser: La familia. La familia es la escuela del amor y el lugar de entrenamiento para la realización del verdadero amor.
En la familia, cada uno crece, aprende y experimenta los ilimitados reinos del amor: Primero, el amor filial hacia nuestros padres, luego el amor entre hermanos y hermanas, después el amor conyugal con nuestra pareja, y finalmente el amor paternal hacia nuestros propios hijos e hijas. Cuando aprendemos y experimentamos estos cuatro reinos de amor en nuestro corazón, nos graduamos en esta escuela del amor. A través de este proceso nos preparamos para señorear todas las complejas relaciones de la sociedad en general. Debido a que somos diferentes de los animales, los seres humanos tenemos pocos instintos que nos guían. Aprendemos cómo amar y vivir, básicamente de nuestra familia y cultura. Por esta razón, es esencial establecer verdaderos patrones de comportamiento en nuestras familias para que luego modelen constructivamente la vida humana de las futuras generaciones.
De entre todas las instituciones que existen, la familia es la primera, la más básica e importante. La familia es la unidad fundamental y el elemento indispensable en la construcción de cualquier sociedad. Si no podemos lograr paz, amor y felicidad en nuestros hogares, no existirá esperanza de crear paz, amor y felicidad en la sociedad, la nación o el mundo. El propósito de nuestra existencia es la realización de este ideal de amor verdadero y felicidad en la familia, el cual se extenderá naturalmente a la sociedad. Buenas familias son elemento imprescindible para realizar una sociedad sana, prospera y feliz en cualquier parte.
Cuando observamos la familia, vemos que los padres están en la posición central. La familia se forma sobre la base del amor entre un hombre y una mujer. El amor es como el pegamento, el elemento que los une y que mantiene esa unidad. El amor de nuestros padres origina nuestra vida física y transmite el linaje. El amor y la familia son inseparables y por lo tanto es absolutamente necesario descubrir el valor y el propósito transcendental que el amor tiene en nuestras vidas. Sin lugar a dudas, el amor es una fuente de alegría y felicidad, pero cuando el amor se desvia y se mal usa, es también la fuente de los mas grandes desengaños y sufrimientos. El amor ilícito o prohibido es el principal enemigo de la familia y la causa de amargas tragedias tanto para las personas y familias involucradas como para la sociedad en general.
Se puede hacer una analogía entre el poder físico de la energía atómica y el poder espiritual del amor. Si la energía atómica se usa sabiamente para propósitos pacíficos, es una fuente de prosperidad y progreso inimaginable, pero mal usada, la energía atómica se convierte en la fuerza más destructiva. En forma similar, cuando el amor se experimenta en la dirección correcta nos eleva y nos hace sentir la más grande felicidad, paz y armonía imaginables, pero si el amor se experimenta de forma inmadura o equivocada nos degrada y produce trágicos resultados, como divorcios, embarazos no deseados, abortos, incestos, violencia en el hogar, etc.
En la búsqueda de una familia estable y feliz necesitamos establecer un principio imprescindible: Las relaciones sexuales pertenecen solo al matrimonio.
Cuando observamos a los adolescentes, vemos que se están preparando para el amor tanto en lo físico como en lo espiritual. Por eso suelen ser muy románticos, idealistas, sensibles y apasionados. Son las señales de que se están abriendo a las sensaciones completas del amor en el cuerpo, la mente y el espíritu. Son como un capullo antes de abrirse. La dulzura está guardada dentro. Así pues, cada joven debería valorar y guardar cuidadosamente su pureza y virginidad como su más valiosa fortuna, así como también lograr una completa madurez física y emocional antes de ser bendecidos en matrimonio. Esa es la mejor garantía para el éxito de su futura familia. La castidad y la pureza de corazón antes del matrimonio garantizan el continuo crecimiento de nuestra personalidad y espíritu. Existe una definitiva correlación entre el desarrollo de una sexualidad sana y el crecimiento espiritual hacia una vida de integridad y rectitud como adulto. Estos elementos son necesarios para construir con éxito una unión de amor verdadero en el matrimonio. Sobre ese fundamento, hombre y mujer pueden establecer una pareja fuerte y ser padres capaces de transmitir a sus hijos una verdadera tradición de amor.
Nuestra virginidad, que representa nuestro primer y verdadero amor, es la posesión o fortuna más valiosa y sagrada que tenemos, no hay suma en dinero que la pueda comprar. Cuando la virginidad e inocencia se pierden en las circunstancias erróneas, llegan a ser irrecuperables, presentando una enorme dificultad para esa persona el continuar su crecimiento interno. Es como la fruta inmadura, que una vez arrancada del árbol, no puede colocarse de nuevo, para que siga creciendo. Por eso, cuando tenemos suficiente sensibilidad espiritual y llegamos a darnos cuenta de este hecho, es una verdadera tragedia el regalar o perder esta posesión única y sin precio en un descuidado momento de pasión o incontinencia. Esa perdida puede tener consecuencias devastadoras para nuestras futuras actitudes y comportamiento.
Desafortunadamente muchos de los programas educativos modernos de educación sexual para la juventud, presentan una mera información física (genital), centrandose fundamentalmente en los aspectos biológicos, médicos e higiénicos del sexo, con toda gama de detalles sobre todos los métodos posibles para evitar el embarazo y las enfermedades de transmisión sexual. Estas enseñanzas están a menudo desprovistas de los valores éticos y morales y fallan miserablemente en reconocer el valor verdadero y sagrado del amor y su expresión sexual. No es ninguna sorpresa, por tanto, que el resultado de este tipo de educación ha conducido a un incremento del mismísimo problema que tratan de solucionar. En lugar de enfatizar el valor de la castidad y una seria preparación para el amor y el matrimonio, estos métodos han servido en muchos casos a una abierta invitación a la experiencia sexual prematura, fomentando la actitud de que el sexo es una mera necesidad biológica y que sólo las consecuencias constituyen un problema si no se toman las medidas apropiadas.
La creciente amenaza de la epidemia del SIDA, que desafortunadamente, debido a los falsos enfoques adoptados hasta ahora, sumergirá a ciertos paises en una crisis de proporciones catastróficas, nos obliga a reflexionar y buscar honestamente las opciones para el comportamiento sexual y nos empuja a reconocer que sólo la pureza antes de casarse y la fidelidad matrimonial son el mejor y único antídoto aceptable.
El impulso sexual es la fuerza interior más poderosa. Si no somos capaces de controlarla, conquistarla y usarla en la dirección correcta, entonces será esa fuerza la que nos conquistará a nosotros. Esta es la razón por la que ha sido tan difícil para el hombre superar el deseo por el amor ilícito.
El acto del amor está destinado a ser la experiencia más hermosa, sagrada y sublime. Pero si ese acto se realiza de forma ilícita se convierte en la experiencia más sucia, degradada y vergonzosa. Por lo tanto, el amor ilícito o prohibido es también una fuerza destructiva que causa grandes frustraciones, desengaños y sufrimientos.
La corrupción sexual ha causado la caída de muchos grandes hombres y naciones a lo largo de la historia humana. Desde lo más remoto, pueblos y profetas compartieron juntos la creencia de que tarde o temprano la conducta sexual no controlada traería consigo el enojo de los dioses en forma de decadencia y autodestrucción. Las investigaciones modernas corroboran esta creencia. Arnold Toynbee, uno de los más grandes historiadores modernos escribe: "De entre las 21 civilizaciones más notables de la historia, 19 perecieron no por haber sido conquistadas, sino por la decadencia interior." Otro historiador, el doctor J.D.Unwin de la universidad de Cambridge, hizo un estudio de ochenta civilizaciones que hubo en un período de cuatro mil años y concluyó diciendo que una sociedad o bien escoge promiscuidad sexual y degenera, o disciplina sexual y crea energía. Sigmund Freud creador del psicoanálisis expresa: "Sólo puedo decir una y otra vez -porque nunca fui capaz de descubrirlo de otro modo- que la sexualidad es la clave para el problema de la psiconeurosis y de las neurosis en general". (Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad).
Muchas investigaciones sociológicas y estadísticas, nos prueban que en la sociedad muchos delincuentes y criminales provienen de hogares desintegrados y que la mayor parte de los problemas de alcoholismo, drogadicción y violencia están ligados a la distorsión o falta de amor en el hogar. De hecho, donde haya homosexualidad, amor promiscuo, drogas y alcoholismo, no tiene cabida un mundo de verdadero amor. ¿Cuántos han experimentado la crueldad de la infidelidad y el divorcio? ¿Dónde está el amor en los placeres de una noche? ¿Qué podríamos decir de la pesadilla en la que viven los niños que han sido abusados sexualmente por uno de los padres? ¿Vale tanto ese amor promiscuo como la vida de un niño destrozado? La promiscuidad sexual es absolutamente contrario al ideal de la familia. El amor surge del estímulo de una emoción inmaculada, pero la promiscuidad sexual carece completamente de pureza o de verdadera emoción.
Como escribió William Graham Cole: "Los objetos robados pueden devolverse o compensarse, las mentiras pueden ser retractadas y corregidas, la envidia puede ser superada. Pero el acto sexual cometido con otra persona no puede anularse. Las relaciones mutuas sufren un cambio radical, y la pareja afectada nunca jamás volverá a ser lo que era antes. Algo indeleble les ha marcado".
En el tiempo actual, muchos problemas pueden ser eliminados gradualmente por el avance de la ciencia, la tecnología y el empleo de nuevos y más avanzados sistemas económicos, políticos y sociales. Pero, sin importar la magnitud de estos avances, observamos que cuanto más desarrollado llega a ser un país parece más incapaz de reconocer y controlar la inmoralidad sexual, el adulterio y los delitos sexuales. Tales actos inmorales casi siempre se cometen en secreto y en una sociedad libre no hay forma de prevenirlos, a menos que se eleve nuestra sensibilidad, corazón y conciencia. Simples leyes, reglamentos, castigos u otros métodos externos aceptables, prueban, tanto ahora como en el pasado, ser ineficaces para controlarlos. Como los seres humanos no podemos vivir sin experimentar el amor, si no somos capaces de vivir por las normas del amor verdadero, es evidente que la alternativa es el amor ilícito.
El hombre existe para la mujer y la mujer existe para el hombre. De manera que podemos decir que desde el mismo momento en que una persona nace, nace para su compañero o compañera. En la historia, distintos puntos de vista sobre la vida y el universo nos han presentado problemas no resueltos. La solución de estos problemas se hallará cuando un verdadero hombre y una verdadera mujer se unan con el absoluto estandard del amor verdadero, creando una unidad absoluta, debido a que ese es el propósito original de nuestras vidas y la fuente del valor absoluto.
¿En qué lugar finalmente se conectan el hombre y la mujer para la consumación de su amor? Ese lugar son los órganos sexuales. ¿De dónde se originó la humanidad? No de los ojos, no de la nariz, no de la cabeza, pero si de los lugares más sagrados: Los órganos reproductores, los órganos del amor, los órganos sexuales. Esos órganos son los palacios del amor, los lugares más importantes y sagrados, pues a través de ellos se realiza el acto del amor, a través de ellos se crea la vida y se transmite el linaje. Nuestros ideales, nuestra existencia, la vida y la felicidad, todo esta conectado a ese lugar central donde se consuma el amor.
El hombre y la mujer están hechos de tal forma que se armonizan sexualmente. El órgano sexual del hombre es propiedad de su esposa y viceversa. Marido y esposa intercambian la propiedad de sus órganos y desde ese momento hay un sólo dueño para siempre. Esta es una verdad simple y ningún poder la podrá cambiar. El problema ha surgido con la idea de que nosotros tenemos la potestad sobre nuestro órgano sexual y que tenemos el derecho de usarlo de cualquier modo que el cuerpo desea.
Sólo el marido y la esposa tienen la llave de acceso para abrir esos lugares sagrados para el cumplimiento del amor celestial. Ese acto de amor está destinado a ser la posesión mas sagrada del marido y su esposa y nunca debe profanarse permitiendo que un extraño entre y lo adultere o corrompa. Esta es la única forma correcta de comprender la relación entre marido y esposa. Una vez que el hombre y la mujer encuentran su amor verdadero, es algo eterno y permanente y no puede existir un amor alternativo.
La primera noche cuándo se comparte el primer amor, el momento cuándo marido y esposa se funden juntos en total unidad a través de un amor completo físico y espiritual, cuándo los órganos sexuales se ensamblan en armonía total - ese es el lugar y el momento donde se cumple con el propósito entero de nuestra existencia.
Hombres y mujeres tenemos los órganos sexuales para que como marido y esposa podamos unirnos, lo que supone la bendición más increíble. A través de esa unión, ellos sienten placer en el Palacio del Verdadero Amor (los órganos sexuales). Ese es el punto de comienzo de la felicidad verdadera. Ese no sólo es el momento cumbre de consumación para hombre y mujer, sino que es el punto culminante de consumación también para nuestro Creador. Ese es el comienzo de la felicidad y la esperanza, por eso debemos de restaurar y lograr ese ideal. Esa es la forma de vida que nuestro Creador concibió para cada hombre y mujer aquí en la tierra y cuándo se termina esta clase de vida en la tierra, iremos al mundo espiritual eterno. El hombre es un ser privilegiado, por ser capaz de realizar el acto del amor, una y otra vez, toda su vida y continuar después en el mundo espiritual. Las experiencias de amor con los demás son nuestro verdadero tesoro y forman nuestra personalidad, identidad y carácter. Esa es la única riqueza o posesión que podemos llevar con nosotros para siempre.
La satisfacción y realización definitivas para cualquier hombre o mujer se encuentran, sin lugar a dudas, en el verdadero amor. La relación sexual entre el marido y su esposa es el estado del amor verdadero. Esta unión está destinada a ser lo mas sublime y el valor supremo, lo más sagrado de todas las cosas santas. No existiría nada mejor. Sería la experiencia suprema, el clímax, la intoxicación y el éxtasis de la vida. El ancla que nos daría estabilidad permanente. Aunque podamos tener muchas distintas experiencias en el transcurso de la vida, siempre permaneceríamos conectados a esa ancla central. Cuando el amor de marido y esposa se consuma en este nivel tan sagrado, el marido y la mujer pueden sentirse satisfechos y realizados para siempre. Así como el hombre no puede cambiar a sus padres que le dieron nacimiento, una vez que un hombre y una mujer se casan bajo el poder absoluto del amor verdadero, no pueden separarse. Son el marido y mujer en esta tierra y también en el mundo espiritual por la eternidad. Este es el verdadero significado de la expresión "amor eterno".
El amor, la vida y el linaje están relacionados con los órganos sexuales. El vínculo del amor, la vida y linaje es lo qué da a la historia su continuidad, enlazando el pasado, el presente y el futuro.
Por esta razón, el acto del amor debería ser lo más precioso, hermoso y santo en la vida. Pero, sin embargo, es muy significativo descubrir el hecho de que constantemente durante toda la historia humana, los órganos sexuales y el acto del amor hayan sido vistos como algo sucio y vergonzoso. También es sintomático que la mayoría de los idiomas usan frecuentemente el lenguaje más obsceno y vulgar para describir los órganos sexuales y el acto del amor. Esto degrada el amor sexual, la experiencia más sublime, bella y sagrada, convirtiendola en algo casual, obsceno, impuro y vulgar. Cada experiencia de amor, debería ser una regocijante explosión celestial de energía y creatividad.
El adulterio es la más grande traición imaginable contra el amor y, sin embargo, este problema, desafortunadamente lo vemos repetido, en todos los ámbitos y culturas a través del tiempo, así como la prostitución, que reduce el sexo a una mera mercancía. Los incestos, los abortos, las violaciones y toda clase de perversiones sexuales que se realizan a través de los órganos del amor, invadieron y contaminaron la vida de los hombres en todas las razas culturas y religiones a través de toda la historia humana pasada y presente.
Estas son pruebas evidentes de que existe algo terriblemente equivocado y desviado en la conducta humana, en relación al amor y su expresión sexual. Dicha conducta necesita ser corregida y superada, de lo contrario, nunca encontraremos la felicidad verdadera y permanente en este mundo.
La verdadera paz mundial y armonía entre las naciones no se inicia a nivel nacional, sino en la perfección de nuestra conducta moral como individuos. Ahí es donde la paz mundial germina. Cada uno de nosotros, somos el verdadero punto de partida de la paz mundial y el establecimiento de un mundo mejor. Necesitamos restaurar completamente nuestra sensibilidad espiritual, de forma que jamás podríamos con nuestra conducta, dañar o perjudicar a otros, ya que sentiríamos la pena y el dolor de los demás como el nuestro propio.
Tenemos que reconocer, por consiguiente, que de todas las grandes transformaciones, que afectaron los destinos de la historia, la más grande e importante está todavía por realizarse. De todas las batallas que jamás se han luchado, la más fundamental es aquella, que cada uno individualmente tiene que librar, para finalmente subyugar el mal dentro de nosotros mismos; es decir, purificarnos y liberarnos de la inmoralidad. Siendo más específico, eliminar y borrar completamente de nuestros corazones y memorias, ese amor falso e ilícito, que ha contaminado por tanto tiempo a la humanidad.
En realidad somos conscientes de que esas son metas muy elevadas y difíciles de lograr, y que la mayoría de las personas que tienen éxito en realizarlas, se apoyan en fuertes creencias morales o religiosas que les permiten luchar contra la corriente actual en la que prevalecen actitudes más tolerantes hacia una falsa conducta sexual. Sin embargo, creemos firmemente que estas son metas alcanzables y las más valiosas normas u orientaciones para la realización del Amor Verdadero.