"Hay tres realidades básicas en el infierno, que son simplemente lo contrario de las realidades del cielo. Los aspectos básicos del infierno son tres amores o deseos -- el deseo de gobernar o mandar motivado por la gloria personal, el deseo de tener lo qué pertenece a otros debido al amor por las cosas del mundo, y el placer por las relaciones sexuales fuera del matrimonio."Como podemos ver, creamos el cielo y el infierno o la felicidad y la desdicha según el uso de nuestros amores y actitudes. Por tanto, tenemos la responsabilidad de realmente recuperar y mantener la actitud correcta sobre los cuatro deseos originales, recibidos de nuestro Creador, para cumplir con el propósito de nuestras vidas."Las realidades básicas del cielo son los tres deseos o amores opuestos a esos -- el amor o deseo de gobernar motivado por el afán de ser útil, el querer tener bienes debido al deseo de ponerlos en un buen uso, y el placer en el verdadero amor matrimonial"
Estos cuatro deseos originales son:
Por el contrario, el mal uso de este deseo natural nos arrastra al amor por la variedad o el sexo libre, en otros términos, el amor por la fornicación y el adulterio, que es totalmente opuesto al verdadero amor matrimonial. Al final, la gente involucrada en este tipo de amor nunca encuentra satisfacción permanente, e inevitablemente se sumergen en la decepción y la infelicidad.
Todas estas aspiraciones se relacionan con el deseo de ejercer un verdadero dominio de amor sobre el medio ambiente permitiendonos ser los verdaderos señores de la creación. ¿Pero cual es la actitud apropiada para cumplir esos deseos? Si cuando lo que poseemos se usa correctamente para el beneficio y el servicio de los demás, generando alegría y felicidad así como armonía en el medio ambiente, todo eso es perfectamente aceptable, bueno y legítimo. Por otra parte, cuando mantenemos riquezas solamente para satisfacer nuestros intereses particulares y nuestro poder y gloria personal, eso es injusto y a largo plazo resultará en insatisfacción y fracasos.
Valor y Posición. Cuando tenemos verdadero valor en nosotros mismos y las calificaciones necesarias, tarde o temprano, aun cuando no lo queramos ni lo busquemos se nos dará posición y autoridad. Por el contrario, cuando alguien disfruta de una posición para su propia gloria y beneficio, obviamente carece de valor moral y a largo plazo tal persona terminará perdiendo su posición.
Todos tenemos este deseo de ser mejores y de tener éxito. Nos gusta adquirir conocimientos y desarrollar habilidades. Queremos sobresalir y lograr la excelencia en las cosas que hacemos. Nos gusta ser reconocidos, admirados y famosos. Deseamos llegar a ser grandes artistas, científicos, conferencistas, campeones deportivos, inventores, filántropos, etc.
Ningún aspecto básico del carácter humano es esencialmente malo. El bien y el mal son un asunto de dirección. Cuando los deseos de nuestra naturaleza original están mal dirigidos originan nuestra "naturaleza caída," básicamente egoísmo. Por esta razón, las causas o raíces de nuestra mala conducta resultan ser la inversión de las principales fuerzas para la bondad.
Todo comienza conmigo. Basados en el verdadero amor, necesitamos un nuevo despertar o un darse cuenta de que nos beneficiaremos más en tanto que vivamos más genuinamente para nuestros semejantes. En el futuro siglo XXI el egoísmo disminuirá. La vida, el honor y la gloria basados en el altruismo definitivamente triunfarán. Necesitamos restaurar completamente nuestra sensibilidad espiritual, de forma que jamás podamos con nuestra conducta dañar o perjudicar a otros, ya que sentiríamos la pena y el dolor de los demás como el nuestro propio. Del mismo modo, nuestra felicidad también se logrará haciendo a otros felices. Cada uno de nosotros somos el verdadero punto de partida para un mundo más ideal. La felicidad y la verdadera paz en el mundo se inicia con la perfección de nuestro carácter y conducta moral. Motivados por este amor verdadero nuestras vidas prosperarán y finalmente seremos capaces de crear un nuevo y mejor futuro para la humanidad.
Jesús González,